Estadísticamente atípicos: el éxito de las personas extraordinarias

Es común que tengamos en referencia el éxito de personas que consideramos extraordinarias. Cada cuatro años en los juegos olímpicos los atletas nos sorprenden llevando sus rendimientos a niveles aún más altos que los que se consideraban imposibles de batir.

Esto no sucede solo en el ámbito de los deportes. Seguramente todos hemos compartido aula, trabajo, comunidad con alguna persona que consideramos extraordinaria por su capacidad académica, profesional, espiritual, etc.

Con la intención de entender si estas características fuera y lejanas del promedio se deben a situaciones genéticas o a distintas formaciones y caminos de vida, Malcolm Gladwell relata en su libro “Outliers” ese conjunto de características que pueden explicarse por razones distintas a las que podíamos imaginar.

¿Cómo se mide el éxito y una persona extraordinaria?

Hay algo profundamente erróneo en la forma en la que entendemos el éxito. Por ejemplo, no es suficiente preguntar cómo son las personas exitosas. Lo que debemos preguntarnos es de dónde vienen para realmente entender la lógica detrás de alguien que consigue el éxito y alguien que no.

Los biólogos a menudo hablan de la “ecología” de un organismo. El roble más alto en el bosque es el más alto no porque nació de la bellota más dura; es también el más alto porque ningún otro árbol le bloqueó de la luz del sol, el suelo a su alrededor era profundo y rico, ningún conejo mordió su corteza como a un árbol joven, y ningún leñador lo echó abajo antes de que madure. Todos sabemos que las personas extraordinarias vienen de semillas resistentes. ¿Pero sabemos lo suficiente sobre la luz del sol que les calentaba, el suelo en el que sembró sus raíces, y los conejos o leñadores que tuvo la suerte de evitar? Por eso, a veces es mejor no fijarse en los árboles más altos, sino fijarse en los bosques.

Un ejemplo puede tomarse del Hockey en Canadá, en el que estadísticamente se puede observar que los mejores jugadores coinciden en que su fecha de nacimiento está entre enero y marzo. La explicación de esto no tiene nada que ver con astrología, o con algo mágico respecto de los primeros tres meses del año. Simplemente sucede porque en Canadá el corte de la elegibilidad para cada año y clase de hockey es el 1 de enero.

Al inicio, su ventaja no se debe necesariamente a que el jugador sea inherentemente mejor, sino que solamente es un poco más grande. Pero para cuando tienen 13 o 14 años, con el beneficio de un mejor entrenamiento y toda la práctica, él es realmente mejor y por lo tanto es más probable que llegue a las ligas mayores.

Este tipo de distribuciones de edades sesgadas existe donde sea que sucedan tres cosas: selección, transmisión, y experiencia diferenciada.

Si haces una decisión sobre quién es bueno y quien no es bueno en una edad temprana, si separas los “talentosos” de los “no talentosos”, y si provees a los “talentosos” con una experiencia superior, entonces estarás dando una tremenda ventaja a un pequeño grupo de personas nacidas en fechas cercanas a las fechas de corte de elegibilidad.

Muchos padres con un niño nacido al final del año calendario piensan en retrasar el inicio de la escuela a sus hijos: es duro para un niño de 5 años mantener el ritmo frente a un niño nacido muchos meses atrás. Pero muchos padres podrían pensar que cualquier desventaja que un niño enfrenta en el jardín de infantes eventualmente desaparece. Pero no sucede así. Es justamente como el hockey. La inicialmente pequeña ventaja que un niño nacido al inicio del año tiene sobre un niño nacido al final del año, persiste. Y esto bloquea a los niños en patrones de logro y no logro, aliento y desánimo, que se va ensanchando cada año.

Hacemos grupos por habilidad en edades tempranas. Tenemos grupos avanzados de lectura y matemática. Entonces, en edades tempranas, si observamos a los niños en los primeros niveles, los profesores confunden madurez con habilidad. Y ellos ponen a los niños más grandes en los espacios de avanzada, donde aprenden mejores habilidades; y el siguiente año, como están en los grupos avanzados, lo hacen incluso mejor, y después el siguiente año, pasa lo mismo, y sobrepasan sus rendimientos pasados. El único país donde no vemos esto pasar es en Dinamarca. Allí tienen una política nacional donde no tienen la separación por grupos de habilidad hasta los 10 años. Dinamarca espera para hacer decisiones de selección hasta que las diferencias de madurez y edad se hayan emparejado.

En otras palabras, son justamente aquellos que son exitosos los que tienen mayor probabilidad de que les den oportunidades especiales que los lleven a más éxito. Son justamente los ricos quienes reciben las mayores exenciones tributarias. Son los mejores estudiantes quienes obtienen las mejores enseñanzas y atención. Y son los más adultos entre los niños de 9 y 10 años que reciben el mejor entrenamiento y práctica. El éxito es el resultado de lo que sociólogos llaman “ventaja acumulativa”.

¿Ves las consecuencias de la forma en la que escogemos pensar sobre el éxito? Personalizamos tan profundamente el éxito, que perdemos las oportunidades de levantar a otros también. Hacemos reglas que frustran los logros. Prematuramente definimos a ciertas personas como fracasos. Somos muy entusiastas de las personas que tienen éxito, y tan evasivos con quienes fallan, y, sobre todo, nos volvemos demasiado pasivos. Nos olvidamos el inmenso rol que, como sociedad, jugamos en determinar quién lo logra y quien no lo logra.

De lo ordinario a lo extraordinario: La regla de las 10.000 horas

Un logro es talento más preparación. El problema con esta visión es que mientras más cerca se investigan las carreras de los superdotados, se encuentra que es menor el rol de talento innato y mucho mayor el rol que juega la preparación.

En este sentido, la investigación ha acordado en lo que se podría pensar el número mágico para la verdadera experticia: 10.000 horas. La práctica no es lo que haces cuando eres bueno. Es lo que haces para volverte bueno.

Pensemos en la música. Si pensamos en conciertos que solo contienen música original de Mozart, aquellos que pueden ser considerados obras maestras (No. 9 o K. 271) no fueron compuestas por Mozart sino hasta sus 21 años.

Entre 1860 y 1870, la economía estadounidense atravesó lo que quizás fue la más grande transformación en su historia. Este año fue cuando se construyeron los rieles del tren y nació la bolsa de Wall Street. Fue cuando la industria manufacturera inició. Fue cuando todas las reglas según las cuales la economía tradicional habían funcionado se rompieron y repensado.

¿Qué tiene que ver todo este antecedente histórico? Resulta ser que importaba, y mucho, qué tan adulto eras cuando estas transformaciones sucedieron. Si nacías al final de 1840, te lo perdías, porque eras muy joven para tomar ventaja del momento. Y si nacías en 1820, eras muy viejo. Si nacías en un tiempo particular, entre 1830 y 1840, harías parte de esas transformaciones y serías parte de un listado predilecto de los estadounidenses más ricos de ese tiempo (Rockefeller, 1839; Andrew Carnegie, 1835; J.P. Morgan, 1837, entre otros).

Todavía con las coincidencias históricas del éxito, cabe preguntarse cuál es la fecha más importante en la historia de la revolución de las computadoras personales. Una de las respuestas más acertadas sería que la fecha exacta sucedió en Enero de 1975, cuando la revista “Popular Electronics” puso en su portada una máquina extraordinaria llamada “Altair 8800”, que costaba USD 397. Se presentó como la primera minicomputadora del mundo. ¿Importaba tu edad? Claro. Si eras muy viejo en 1975, seguramente habrás estado trabajando en IBM después de la universidad, lo cual te brindaba una estabilidad que además te hacía difícil salir de una zona de confort. Si eras aún más viejo, pertenecías al viejo paradigma, habrías comprado una casa, estarías casado, tendrías un bebé en camino, y una hipoteca de largo plazo que pagar.

Al mismo tiempo, no te convenía estar todavía en el colegio en 1975, porque todavía no tenías la experiencia y práctica necesitaría para entrar en la ola de la revolución de las computadoras personales. Definitivamente, idealmente debías tener entre 20 y 21 años en 1975, y esto quiere decir, haber nacido en 1954 y 1955. Y aquí comienza lo bueno, te presento un listado de los años de nacimiento de personas reconocidas mundialmente en este campo:

  • Bill Gates, 1955.
  • Steve Jobs, 1955.
  • Paul Allen, 1953. (Cofundador de Microsoft)
  • Eric Schmidt, 1955 (Google)

Se vale ver más allá de lo evidente: inteligencia, éxito y contexto

La relación entre éxito y coeficiente intelectual (C.I.) funciona solo hasta un punto. Una vez que alguien ha logrado un C.I. cercano a los 120, tener puntos adicionales de C.I. no parece traducirse en ninguna ventaja real medible.

Einstein tenía un C.I. de 150 y Lagan (otro genio) tenía un C.I. de 195. El C.I de Langan es 30% mayor que el de Einstein. Pero eso no significa que Lagan es 30% más inteligente que Einstein. Eso sería ridículo. Todo lo que podemos decir es que, en términos de pensar en ciencias duras o exactas como la física, ambos son suficientemente inteligentes. Sin embargo, es bien sabido en la actualidad los distintos tipos de inteligencia que conviven en nuestras interacciones personales. A continuación, presento un análisis de dos de ellas.

La inteligencia práctica incluye cosas como “saber qué decir, a quién, saber cuándo decirlo, y saber cómo decirlo con el máximo efecto”. Es procedimental: es saber cómo hacer algo sin necesariamente saber por qué lo haces o ser capaz de explicarlo. Es práctico por naturaleza, no es conocimiento en sí mismo. O, mejor dicho, es parte de tu conocimiento que te ayuda a leer situaciones correctamente y obtener lo que quieres.

La inteligencia analítica y la inteligencia práctica son ortogonales: la presencia de la una no implica la presencia de la otra. Puedes tener mucha inteligencia analítica y muy poca inteligencia práctica, o mucha inteligencia práctica y no mucha inteligencia analítica, o como en ciertos casos afortunados, puedes tener mucho de las dos.

Además, todos los tipos de inteligencia tienen cierto grado de influencia de los contextos en los que nos desarrollamos. Un ejemplo de esto puede darse sobre los cuidados a los hijos en distintas circunstancias sociales. Por un lado, se puede observar el estilo de crianza o cuidado de los padres de la clase media, que podría denominarse “crianza preocupada”, que implica fomentar y evaluar activamente los talentos, opiniones y habilidades de sus hijos. En contraste, los padres de hogares pobres tienden a seguir una estrategia de “logro de crecimiento natural”. Ellos ven como su responsabilidad cuidar a sus hijos, pero al mismo tiempo les dejan crecer y desarrollarse por sí mismos, también porque no logran conciliar sus necesidades de cuidados con sus necesidades de sustento económico.

En un estudio se buscó evaluar cuáles eran las diferencias entre los alumnos que obtenían notas de 10 puntos y los que obtenían en promedio 6 puntos. Se buscó toda explicación concebible. Se analizó la salud física y mental, sus hobbies e intereses vocacionales. Se comparó las edades cuando empezaron a caminar y hablar y sus coeficientes intelectuales al inicio de su vida escolar. Al final, solo una cosa fue sustancialmente diferente: el contexto familiar.

Los chicos que obtenían 10 puntos venían casi siempre de clases sociales medias y altas. Sus casas estaban llenas de libros. La mitad de los padres del grupo de los 10 tenía un título universitario o más que eso. El grupo de los 6, por otro lado, estaban en la otra vereda. Casi un tercio de ellos tenían un padre que había desertado de la escuela antes del octavo grado.

Cuando se trata de habilidades de lectura, los niños en condiciones de pobreza no aprenden nada en periodos de vacaciones. Los puntajes de lectura de los niños en contextos de clases medias o altas, en contraste, suben en ese mismo período. Virtualmente toda la ventaja que los estudiantes de mayor riqueza tienen sobre los estudiantes pobres es el resultado de la diferencia en la manera privilegiada en que ellos aprenden cuando no están en la escuela.

Dentro de este estudio también se entrevistó a cada uno en los grupos de 10 y 6 para valorar sus personalidades. Lo que se encontró fue todo lo que se pudo haber esperado encontrar si se compara chicos criados en una atmósfera de crianza preocupada con chicos criados en una atmósfera de crecimiento natural.  Los de 10 podrían describirse como más alertas, listos, atractivos, y bien vestidos. Es lamentable, pero estas son las diferencias entre aquellos que han sido criados por sus familias para presentar sus mejores caras al mundo, y los otros a quienes se les ha negado esa experiencia.

El éxito y la importancia de los legados

Los legados culturales son fuerzas potentes. Tienen raíces profundas y largas vidas. Estas persisten, generación tras generación, virtualmente intactas, incluso si las condiciones económicas, sociales y demográficas que las crearon han desaparecido, y juegan un rol en forjar las actitudes y el comportamiento que no podemos hacer sentido del mundo sin ellas.

Hasta el momento hemos visto como el éxito sucede fruto de la estable acumulación de ventajas, y ahora indagaremos sobre las tradiciones y actitudes que heredamos que pueden jugar el mismo rol: Legados culturales.

¿Te has preguntado qué tienen que ver el cultivo de arroz y los exámenes de matemática?

Los campesinos de Europa trabajaron esencialmente como esclavos mal pagados de un terrateniente aristócrata, con poco control sobre sus propios destinos. Pero China y Japón nunca desarrollaron ese tipo de sistema feudal opresivo, porque el feudalismo simplemente no puede funcionar en la economía del arroz. Cultivar arroz es demasiado complicado para un sistema que requiere a los agricultores ser acosados o maltratados para ir a su campo cada mañana.

Existe un dicho en China que dice: “Nadie que se puede levantar antes del amanecer, durante 360 días al año, falla en hacer rica a su familia”.

Trabajar realmente duro es lo que las personas exitosas hacen, y la genialidad de la cultura formada en los cultivos de arroz es que el trabajo duro daba a aquellos en los campos una forma de encontrar significado en medio de la gran incertidumbre y pobreza. Esa lección ha servido a muchos asiáticos en muchas actividades, pero raramente tan perfectamente como en el caso de las matemáticas.

Si una mira el desempeño en test de matemáticas en el mundo, ¿qué lugares están en el top de la lista? La respuesta no debería sorprenderte: Singapur, Corea del Sur, China (Taiwan), Hong Kong, y Japón. Lo que estos cinco lugares tienen en común, en efecto, es que sus culturas fueron formadas por la tradición de la agricultura de arroz y trabajo significativo.

Finalmente, ¿qué hace a una persona extraordinaria?

No son los más brillantes los que tienen éxito. Tampoco es el éxito una simple suma de decisiones y esfuerzos que hacemos por nosotros mismos. En su lugar, es un don. Los valores estadísticamente atípicos son aquellos a quienes se les han dado las oportunidades y han tenido la fuerza y presencia de mente para aprovecharlas. El éxito no es aleatorio.

Estamos tan atrapados en los mitos de los mejores y los más brillantes que se forjaron por sí mismos, que pensamos en las personas extraordinarias o superdotados como si surgieran naturalmente de la tierra.

Las personas extraordinarias son el producto de la historia y su comunidad, de la oportunidad y el legado. Su éxito no es excepcional o misterioso. Se basa en una red de ventajas y herencias, algunas merecidas, otras no, algunas ganadas, otras solo de suerte, pero todas críticas en hacerles quienes son. Los extraordinarios, al final, no son extraordinarios para nada.